Tiemblo cada vez que tengo que tratar con un funcionario, es como si te echaran una maldición:
De entrada tienes pocas esperanzas de poder hacer el trámite a la primera, sin que te toque volver n-mil veces a tratar con el/la individu@ en cuestión. Una vez te decides a intentarlo, siempre te queda la duda de si ir al edificio público en el que ejerce su profesión o si acudir directamente a la cafetería de al lado (lo cual me hace reflexionar si su profesión es aquella por la que recibe un sueldo, o la que ejerce donde pasa la mayor parte de su jornada laboral… puede ser un tema de reflexión bastante interesante). Por último, si has tenido suerte, los astros se encuentran en la conjunción adecuada y encuentras al funcionario en su sitio, tienes que poner la sonrisa más agradable para que el/la personaje, con su cara de estreñido (o de “deja de joderme, que yo a ti no te voy a buscar a tu trabajo y me pongo a darte por el culo”), se digne a darte un trato poco despreciable y a conseguir un mínimo de información, que con suerte, puede llegar a ser hasta útil (porque hay veces que se contradicen, o mejor aún, se dedican a pasarse la pelota, osea tú, de unos a otros). Posibles motivos de que esta gente se comporte de este modo: